miércoles, 25 de marzo de 2009

Escribiendo En un Vuelo...

Observaba un cigarro tirado en el suelo, se le debía haber caído a la mujer con camiseta de rayas deshilachada, quizá en el momento del despegue. Observaba caras agotadas, impacientes, cansadas, alegres, otras no llegaba a verlas desde mi posición intermedia.
Me encontraba en el asiento 20D, en el pasillo, estaba despierto, alegre, recordando, pensando, escribiendo… A esta altura los pensamientos fluyen más despacio.
A mi izquierda, una familia, todos dormidos, ni siquiera abrieron los ojos para el momento clave del despegue, cuando nuestra existencia está en un continuo tránsito entre la vida y la muerte.
Miré por la ventana, creí ver un ángel, pero no, tan sólo era un rayo de luz que cegó mi visión. Pasaba la azafata, con surtidos exquisitos que iban a parar a la clase privilegiada, allí a lo lejos, tras una cortina estaban ellos, “la clase privilegiada”. Siempre hubo diferencias sociales, pero ahora que crecí comprendí que no son más que personas con suerte, que no podrán comprobar la sensación de viajar apretados, incómodos, hambrientos, en fin, de viajar como la gente normal, que pasa desapercibida mereciéndose quizá probar esos surtidos, de los cuales ya solo queda su olor.
Debemos estar cerca del sol, porque está impactando totalmente en la cara del hombre de la familia de mi izquierda. Ya despertó, no hay nada más eficaz para despertarse que cerrar los ojos y seguir viendo luz, ¡qué completa es la naturaleza!
Utilizando las matemáticas básicas aprendidas en el colegio calculo que estaremos alrededor de ciento ochenta personas, unas más guapas, otras más desagradables, en fin, para los ángeles todos somos iguales.
Y por fin los pude ver, allí estaban sustentando el avión para que no cayera, les miraba, me miraban, era un juego de miradas impredecible y mágico, sonreía, me sonreían, como niños imaginando ser felices, agitaban sus alas, alas enormes, blancas, que reflejaban la luz que les llegaba, y yo allí estaba, cegado de nuevo por la inmensidad de luz que eran capaces de desprender.
Nadie era consciente de la presencia de aquellos ángeles sobre el cielo, es quizá la falta de inocencia o de magia lo que causaba el no poder disfrutar de aquel bello paisaje. Las nubes parecían algodones sobre el cielo, mirando estrellas a lo lejos, ¡inmenso mundo maravilloso!
Delante de mí un extranjero, no por ello menos ni más que nadie, rubio y con cara de pocos amigos, bebía agua reiteradamente. Antes leí que al subir la altura del avión, la piel se resecaba. Qué emocionante es viajar, y aunque ya lo he hecho otras veces, nunca deja de sorprenderme el cielo.
Y allí continuaba el cigarro, él tampoco era privilegiado, pero ambos dos, ya estábamos volando, como los ángeles… y ellos sí que son privilegiados, y al no creérselo se convierten en perfectos… Ya estamos volando…

1 comentario:

  1. Sientete privilegiado de verdad, ¿quien puede presumir de haber visto un ángel?

    Un abrazo amigo, algún día volaré como tú

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