viernes, 10 de septiembre de 2010

Café fantasma

Quedaron a las seis de la tarde, en uno de esos días en los que aún el tiempo no se valora pero que poco a poco se va perdiendo. Llegaron los cuatro individuos al café y se sentaron en la esquina más oscura, la más tranquila y la más cómoda. No era la primera vez que aquel café era escenario de confidencias, y supongo que no sería la última.

Dos a dos sumando cuatro, los cafés se repartieron estableciendo lazos, dos capuchinos para un lado, y para el otro ni siquiera lo imagino. Los dos amantes del capuchino querían intimar quizá, o compartir andanzas que quizá los otros dos también hubiesen vivido. Y es que en esto de los sentimientos hay algunos que compartimos miedos, episodios, valores…

Iban a contar su historia para encontrar similitudes con el resto, para darnos cuenta de que no todos somos tan distintos, y de que todos hemos pasado por casi las mismas etapas. Quizá cuando encuentras a alguien que siente como tú, crees tener con él o ellos un lazo especial, ya que une aquello que no todo el mundo ha vivido, aquel otro lado cruel y duro de la vida cuando eres distinto.

Querían compartir con ellos momentos increíbles que habían pasado juntos, los comienzos, la complicación, y las batallas ganadas para encontrar la felicidad. Querían formar las bases de lo que toda una relación necesita, la tan ansiada confianza.

Uno de los individuos del capuchino estornudó y todo se desvaneció de su mente. Tumbado pensaba en lo que pudo ser y que no llego a ser, en ese café fantasma que solo era reflejo de la imaginación.

Tan solo dos días después se hubiera arrepentido de aquel café. Y desde entonces aprendió aquel individuo que antes de contar nada hay que saber a quién lo cuentas, que aunque les uniese el sentimiento, la orientación, no todos nacieron ángeles.

Y es que la magia se pierde si no sabemos mostrarla en su momento, si la mostramos a destiempo*

1 comentario:

  1. Qué complicada trama...
    amigo, debes saber que a veces no todo sale como uno esperaba, pero bueno, quizás no salió tan mal como se creyó.
    ... quien sabe*

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