Dos a dos sumando cuatro, los cafés se repartieron estableciendo lazos, dos capuchinos para un lado, y para el otro ni siquiera lo imagino. Los dos amantes del capuchino querían intimar quizá, o compartir andanzas que quizá los otros dos también hubiesen vivido. Y es que en esto de los sentimientos hay algunos que compartimos miedos, episodios, valores…
Iban a contar su historia para encontrar similitudes con el resto, para darnos cuenta de que no todos somos tan distintos, y de que todos hemos pasado por casi las mismas etapas. Quizá cuando encuentras a alguien que siente como tú, crees tener con él o ellos un lazo especial, ya que une aquello que no todo el mundo ha vivido, aquel otro lado cruel y duro de la vida cuando eres distinto.
Querían compartir con ellos momentos increíbles que habían pasado juntos, los comienzos, la complicación, y las batallas ganadas para encontrar la felicidad. Querían formar las bases de lo que toda una relación necesita, la tan ansiada confianza.
Uno de los individuos del capuchino estornudó y todo se desvaneció de su mente. Tumbado pensaba en lo que pudo ser y que no llego a ser, en ese café fantasma que solo era reflejo de la imaginación.
Tan solo dos días después se hubiera arrepentido de aquel café. Y desde entonces aprendió aquel individuo que antes de contar nada hay que saber a quién lo cuentas, que aunque les uniese el sentimiento, la orientación, no todos nacieron ángeles.
Y es que la magia se pierde si no sabemos mostrarla en su momento, si la mostramos a destiempo*
Qué complicada trama...
ResponderEliminaramigo, debes saber que a veces no todo sale como uno esperaba, pero bueno, quizás no salió tan mal como se creyó.
... quien sabe*